En un acto que desafía los paradigmas tradicionales de gestión y de exhibición artística, un equipo curatorial en el ámbito de la universidad pública lleva a cabo una profunda revitalización de su patrimonio, culminando en el proyecto “Crear un animal”. Este esfuerzo, para el que se unieron Bruno Juliano, Ana Volonté y Analía Solomonoff, se inscribe en un proceso más amplio iniciado en 2022 y postula la colección de la Facultad de Artes -compuesta actualmente por 190 piezas- como un organismo vivo y en constante evolución.

Se trata de un trabajo colectivo y permanente, en el que confluyen docentes y alumnos, aunque tendrá hoy a las 20 una apertura “oficial” en el SUM de la Facultad (Bolívar y Chacabuco). Forma parte además de la Bienalsur 2025, la ya tradicional convocatoria de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, que se extenderá hasta mañana.

“Lo que se presenta no es una muestra convencional, sino una apertura de proceso, un espacio donde el público es invitado a conocer la trastienda y el método de trabajo que ha transformado la manera en que la institución se relaciona con su patrimonio”, destacan los curadores.

En acción

Todo comenzó en 2022, con una fase de visibilización de las piezas atesoradas en el espacio de guarda de la Facultad. Por ejemplo, se expuso una obra de Gabriel Chaile en el SUM y otras recorrieron diversas sedes. El plan se consolidó a partir del proyecto “Dejar que las cosas sean juntas”, extendido durante un año (de marzo de 2024 a marzo de este año) y enfocado al trabajo riguroso de inventariado, limpieza, puesta en valor y reordenamiento de todas las piezas del patrimonio. Durante ese período la obra tuvo una presencia central: “era la que salía, a la que de alguna manera se le rendía un homenaje”, apuntan los curadores.

AL PAPEL. Rosario Brito Soler se ocupa de anotar cada concepto.

“Dejar...” significó, además, la primera experiencia conjunta entre Juliano (secretario de Extensión de la Facultad), Volonté (artista, archivista y curadora) y Solomonoff (gestora cultural, curadora y docente). La dinámica funcionó y juntos apostaron por la continuidad a partir de “Crear un animal”, proyecto que recibió el espaldarazo de ser seleccionado por Bienalsur.

“Para el momento en que se confirmó esa elección ya se había conformado un equipo de trabajo hermosísimo, con una amplia participación que incluyó a estudiantes, docentes, investigadores, artistas, curadores, y vecinos. Esta integración redefinió el proceso de ‘crear’”, apunta Juliano.

Detalles

La idea central de este nuevo proyecto radica en concebir la colección como un organismo vivo. El concepto proviene de términos muy utilizados en museología y centros de información, relacionados con revalorizar y revitalizar el acervo. “Crear un animal” se concibe entonces como un acto poético para pensar cómo se cuida comunitariamente una colección y cómo se piensa en su crecimiento y en su uso. “Ya no se trata de un patrimonio que permanece resguardado bajo el paradigma custodial, sino de algo que se ejercita en la comunidad”, coinciden Volonté y Solomonoff.

En contraste con “Dejar..,“ la propuesta de “Crear un animal” es mucho más performática y apunta a una participación de los estudiantes poética y activa, y a la vez más crítica en relación a la colección.

Pusieron cadenas a las puertas de la Facultad de Artes, pero para mantenerlas abiertas

De hecho, la obra física prácticamente permanece en la reserva, mientras el foco se traslada a su enunciación desde la guarda. Son palabras que parecen sueltas e inconexas, pero al unirlas conforman un discurso creativo. Cada una se registra en un papelito y la sumatoria va tomando la forma de un collage que tapiza uno de los muros del SUM. Del techo cuelgan dos obras de Ricardo Fatalini que juegan con el concepto de circularidad, algo muy presente en la dinámica de esta invitación a reformular una colección que es “Crear un animal”.

Imaginación

Para dar forma a esta criatura imaginaria que es el patrimonio de la Facultad de Artes, estudiantes y colaboradores se involucraron en un trabajo sostenido en el tiempo, planteándose preguntas esenciales: “si es un organismo que está vivo, ¿cómo funciona? ¿Cómo es? ¿De qué está hecho? ¿Cómo suena? ¿Cómo huele? ¿Cómo se mueve?” Se especuló sobre su comportamiento, si podría salir a la ciudad o la provincia, si acumularía adherencias al salir, y cuál sería su perfil de crecimiento al incorporar nuevas obras.

EN EL SUM. Inti Soria y Silena Mamondes, durante una de las acciones.

En la búsqueda de la identidad de la colección surgieron diversas asociaciones, algunas con animales reales y otras con seres míticos: el quirquincho, aves, anfibios, una vizcacha, el Perro Familiar, una quimera, un monstruo. “También la posibilidad de que no sea un cuerpo orgánico, sino que todas las piezas estén dispersas y que habite y que viva en esa tensión, en esa propia dispersión”, dice Volonté.

Además de estas metáforas, el proceso implicó la incorporación de profesionales de diferentes áreas, saliendo del campo exclusivo del arte y del patrimonio para pensar en los mitos de Tucumán y en qué tan diferente es una colección de arte a la comunidad. Así empezaron a aparecer ideas vinculadas a la biología, a la poesía, a la astrología y a la danza, invitando a profesionales para responder qué necesita esta colección para ser considerada un animal.

Una original experiencia pone en valor el patrimonio de la Facultad de Artes

“Este modelo curatorial colectivo es un acto afectivo que busca ir más allá del mero cruce de disciplinas -explica Solomonoff-. Existe un constante y necesario diálogo entre gestión y curaduría. La necesidad de la gestión (realizar el relevamiento de la obra, revitalizarla, generar dinámicas para conservarla y ampliar presupuestos) se impone y dialoga con el lenguaje de lo sensible y simbólico propio de una facultad de arte. Este proceso es, en sí mismo, una curaduría colectiva, donde las discusiones han abarcado desde lo curatorial hasta los presupuestos, las dinámicas de comunicación y los vínculos institucionales”.

Puertas adentro

El trabajo con la colección incide directamente en la formación profesional de estudiantes, docentes e investigadores. “Lo que se está mostrando es una manera de trabajar desde los espacios de formación que dista mucho también de los espacios tradicionales -comenta Solomonoff-. Este es un acto innovador que interpela a la propia universidad sobre la necesidad de poner en juego nuevas prácticas para abrir canales innovadores de la enseñanza y de abordar una colección”.

“Asumir esta apertura de proceso implica un riesgo, tanto desde la curaduría como desde la gestión. Es un riesgo súper interesante porque implica un desplazamiento de quién accede a esa colección, quién puede manipularla, quién puede pensar o tramar historias. Se está pensando críticamente incluso sobre la propia historia del arte de Tucumán”, sintetiza Juliano.

Iniciado en 2022 y manifestado ahora en “Crear un animal”, el proceso representa una forma de gestionar y de curar que utiliza las obras como pretexto para generar nuevos debates e incluir otro tipo de discusiones dentro de la universidad. Como dicen los curadores: “asegura que la colección, ese organismo vivo, siga creciendo y siendo ejercitado por la comunidad”.